El edificio del lavadero

Lavadero en Abornicano, fotografía de Gerardo López de Guereñu (ES.01059.ATHA.IHO.DI.04634), Photo Araba.

Los lavaderos son un producto de la ingeniería hidráulica y de la mentalidad del siglo XIX. Su surgimiento dependió de diversos factores, pero respondían a una necesidad tanto de orden como de higiene social. El lavadero, normalmente, iba asociado al curso de agua único que dotaba a toda la población. Lo más habitual es encontrar el lavadero junto a la fuente (que servía para el ámbito doméstico) y el abrevadero (empleado para dar de beber al ganado). De este modo, el agua limpia de la fuente primero se destinaba al uso humano, luego al animal y, en tercer lugar, transcurría hasta el lavadero, donde quedaría irremediablemente contaminada por los jabones y añiles de las lavanderas.
Los lavaderos siguen diversas tipologías en función de si están completamente cerrados, si disponen de techumbre, si hay alguna pared abierta o si la altura del depósito de agua permite el lavado de pie o de rodillas. Las soluciones constructivas obedecen en cada caso a la orografía de la localidad, sus necesidades y número de población, el origen del agua que surte al lavadero o los elementos con los que está asociado. Existen casos en los que el lavadero se edifica junto al riachuelo y se alimenta del agua de este caudal debido a la cercanía del río a la localidad, o pueden estar asociados a otras infraestructuras que precisan también de agua corriente, como el molino. En cualquier caso, el lavadero fue una invención del siglo XIX, que dotó a las mujeres de su tiempo de una infraestructura específica para el trabajo doméstico, visibilizando las labores de cuidado a través de un edifico público.
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