Introducción
Oreitia se ubica geográficamente en la Llanada Alavesa Occidental, a diez kilómetros de la capital Vitoria-Gasteiz. Como la gran mayoría de los pequeños núcleos urbanos que salpican esta comarca, su historia arranca en los primeros siglos medievales y, con ello, se inicia también la historia de su iglesia. Lo que hoy podemos ver, resultado de múltiples transformaciones, nos habla de un rico pasado medieval, un boyante siglo XVI y un no menos interesante barroco. Junto con Matauko, Oreitia tributaba 3 rejas al monasterio de San Millán de la Cogolla en el año 1025, situándose como un pueblo de cierta importancia y dimensiones. A lo largo de su historia ha vivido en estrecha conexión con el Santuario de Estíbaliz, dejando buena muestra de todo ello en la documentación histórica.
Las pinturas ocultas
Como ocurre con muchas de las iglesias de Álava, sus muros estuvieron completamente cubiertos de pinturas que, con el paso del tiempo se han ido ocultando o destruyendo. El caso de Oreitia es particularmente interesante en este sentido ya que, tras el retablo barroco, se pueden ver fragmentos de pinturas que, en su conjunto, formarían un retablo fingido de gran tamaño. No es fácil saber ni el tema ni la cronología, pero por los restos que se observan es muy probable que se trate de un conjunto de época medieval.
En el caso de la iglesia de Oreitia, las fotografías antiguas, obtenidas por Gerardo López de Guereñu en la década de los cuarenta del siglo XX, no revelan cambios sustanciales en el edificio. La portada románica, por ejemplo, ha sido ligeramente intervenida y algunos de los fustes que presenta en la actualidad han sido incorporados recientemente. Es también interesante comprobar que la portada medieval conservaba algunos restos de policromía que, lamentablemente, ha perdido con el paso del tiempo.
La iglesia de san Julián y Santa Basilisa
El exterior
De la iglesia prerrománica no ha quedado resto alguno, pues la historia del edificio que hoy podemos ver arranca a finales del siglo XII. De esta etapa se conserva la magnífica portada románica y un ventanal del mismo estilo que apareció en una reciente intervención en el pórtico. La portada se concibe a modo de arco triunfal con cuatro arquivoltas ligeramente apuntadas. Forma parte de una familia de portadas, entre las que destacan las de Durana y Otazu, todas ellas realizadas entre los siglos XII y XIII, en las que trabajaron unos talleres de gran calidad. Uno de los rasgos distintivos propios de estos equipos de maestros canteros lo encontramos en la arquivolta interior, donde se despliega una trabajada decoración con arcos cruzados.
La cabecera, sin embargo, cronológicamente es posterior a la portada y el ventanal. Es muy probable que existiera un edificio del siglo XII que, por motivos desconocidos, se ampliaría poco después con una nueva cabecera mucho más ambiciosa. En ella se reubicaron algunos elementos de la fábrica anterior, como el famoso caballero que se ubica sobre un enorme óculo.
Una vez dentro, advertimos rápidamente las diferentes fases constructivas que ha tenido el templo. Tanto la cabecera como el primer tramo del presbiterio están cubiertos con bóvedas nervadas y de crucería de época medieval. Sin embargo, a lo largo del siglo XVI llegaron las grandes reformas que cambiaron por completo el perfil del templo oreitiano. Para la financiación de estas obras, Oreitia contó con personajes ilustres como Doña María Pérez de Lazarraga y Don Pedro Vélez de Guevara, fundadores en 1523 del mayorazgo del palacio de Oreitia, quienes contribuirían a las nuevas reformas con importantes sumas económicas, ya que a la izquierda del presbiterio ubicaron su sepultura.
Sin salirnos de la cronología del barroco, cuatro retablos laterales terminan la decoración de las demás partes de la iglesia. A la izquierda del retablo mayor apreciamos uno de pequeño tamaño dedicado a la Purísima con unas decoradas columnas de estilo churrigueresco de fina labra. A la derecha, vemos otro de similares características que se dedica a san Agustín y en cuyo ático se pinta una buena obra con la efigie de santa Bárbara.
En la parte izquierda de la nave, hacia los pies de la iglesia, se encuentra un pequeño retablo de fines del XVII dedicado a Nuestra Señora del Rosario. En su ático vemos otra pintura con san José de menor calidad que el lienzo de Santa Bárbara. En el lateral derecho de la nave, hacia la puerta, podemos ver otro retablo dedicado a san Roque de igual cronología que el anterior, con una pintura en su ático de san Francisco Javier predicando en las Indias inspirada en un grabado del francés Jerome de Sourlay.
Créditos fotográficos:
De las fotografías actuales: © Alava Medieval / Erdi Aroko Araba
De las fotografías antiguas: Archivo del Territorio Histórico de Álava