Iglesia de San Esteban Protomártir en Durana

Introducción

Las primeras noticias documentales que tenemos sobre la aldea de Durana se hallan en la Reja de San Millán, fechada a principios del siglo XI. Sin embargo, de la iglesia que debió tener la primitiva aldea no nos ha llegado resto alguno. El templo que contemplamos hoy día es un magnífico edificio de finales del siglo XII que, con el paso del tiempo, vivió importantes reformas y añadidos de gran calidad. La localidad se ubica a escasos cinco kilómetros de Vitoria-Gasteiz y pertenece a la cuadrilla de Gorbeialdea, siendo paso casi obligado de las rutas que salían de la villa vitoriana hacia el mar Cantábrico. Esta posición estratégica ha hecho también que Durana fuera escenario bélico tanto de la Guerra de las Comunidades como de la Guerra de Independencia.

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Fotografías antiguas

En las colecciones fotográficas consultadas (Gerardo López de Guereñu, y Federico Baraibar y Lorenzo Elorza) sólo hallamos imágenes sobre la portada, la joya del templo, que apenas ha tenido transformaciones. En 1998 se llevaron a cabo unas intervenciones en el edificio, que se concretaron fundamentalmente en labores de pintura, en las que aparecieron los restos románicos que comentamos más adelante. Tanto el ventanal del presbiterio como las molduras sobre las que descansan los arcos fajones estuvieron ocultos a los ojos de quienes visitaron la iglesia con posterioridad a la construcción de la sacristía en 1737 y a la ejecución del maestreo en 1833.

Las claves del “Maestro de las alas de alambre”

La cabecera y el presbiterio, construidos entre finales del XV y principios del XVI, se cierran con unas bellas bóvedas que contienen dos claves de gran interés. Guardan estrecha afinidad con el taller que trabajó en la iglesia de San Martín de Arbulo, conocido como el “Maestro de las alas de alambre”, aunque la calidad es algo inferior. La clave de la cabecera muestra un Trono de Gracia trinitario, con el Padre coronado sosteniendo al Hijo crucificado y en el medio la paloma en representación del Espíritu Santo. En la clave del tramo del presbiterio, vemos a San Esteban sosteniendo una piedra con su mano izquierda, símbolo de su martirio, y un libro en la derecha. A pesar de que el repinte posterior de las claves desluce el conjunto es innegable su gran calidad escultórica.

La iglesia de San Esteban Protomártir

Exterior

La iglesia de San Esteban, templo parroquial de la localidad, se ubica sobre una pequeña elevación. Desde el exterior podemos apreciar fácilmente las distintas etapas constructivas que ha tenido el edificio. En la zona norte se puede apreciar todavía la línea de canecillos que delimita la altura original de la construcción románica. El sur, por el contrario, se halla parcialmente oculto por una serie de construcciones, como la torre, el pórtico y la sacristía que se levantaron en el siglo XVIII.

Los contrafuertes de la cabecera indican que estamos ante una obra posterior a la nave. Se trata de un añadido que se construyó con la intención de ampliar la zona del presbiterio. Para ello, se aprovechó el ancho original de este sector, tapiando uno de los ventanales románicos que comentaremos más adelante, y se creó una nueva cabecera recta siguiendo la moda del momento. A pesar de los edificios que flanquean la cabecera, puede verse parcialmente el ventanal oriental con su tracería gótica.

La portada

Pero, sin duda alguna, lo más destacado del exterior de la iglesia de Durana es su portada. Se trata de una de las obras más logradas del románico alavés y demuestra el grado de perfección al que llegaron los talleres que trabajaron en esta región. Se puede ubicar en una cronología avanzada, en pleno tránsito del siglo XII al XIII, ya que condensa buena parte de los motivos que pueblan el arte románico, especialmente de la Llanada. El taller que trabajó en Durana tenía una conexión muy cercana al que realizó la portada de Otazu o el ventanal oriental de Argandoña.

La portada se concibe como un arco triunfal, similar a otras obras cercanas como la portada de Oreitia, pero en esta ocasión la decoración escultórica alcanza unas cotas inusuales. La amplitud de la obra viene dada por sus cinco arquivoltas, rematadas por un sobrearco decorado con hojas dispuestas verticalmente. La cuarta arquivolta es tal vez la más característica del conjunto y se compone por un largo baquetón coronado por una sucesión de arcos de medio punto.

Los capiteles sobre los que descansan las arquivoltas son también una muestra de la riqueza del repertorio iconográfico y ornamental de Durana. A continuación, mostramos en cada una de las fotografías el detalle del capitel con su interpretación.
Lado izquierdo:

  • Dos flores de seis pétalos coronadas por unas formas vegetales que se rematan en volutas.
  • Rostro de dama con tocado y barbuquejo, posible representación de la comitente.
  • Rostro de noble con un bonete decorado de forma sencilla.
  • Retícula geométrica y estrella de seis puntas, coronado por unas formas vegetales que se tornan en volutas.

Lado derecho:

  • Figuras monstruosas enfrentadas en una lucha.
  • Formas vegetales en el registro inferior, coronadas por unas formas vegetales que se rematan en volutas.
  • Águila apresando un conejo.
  • Dos pájaros bebiendo de una misma copa.

Y, por último, no podemos obviar las bellas jambas de la portada. En la parte izquierda nos encontramos con una sucesión de arcos entrecruzados, que recuerdan la portada de Oreitia o la pila bautismal de San Millán de San Román; mientras que en la derecha dos tallos forman una cadena con flores de seis pétalos en el interior.

El interior del templo

Al entrar en la iglesia, los volúmenes que se podían apreciar en el exterior encuentran su perfecto correlato, aunque el maestreo sufrido en el siglo XIX ha borrado buena parte de las huellas constructivas. Los nuevos tramos de la cabecera del templo se cubrieron con unas bóvedas de terceletes de tradición gótica que se unen de forma armoniosa a la bóveda de cañón apuntado que recorre la nave. La iglesia se pinceló en el siglo XVI, pero las capas posteriores nos impiden contemplar la riqueza de estas pinturas.

El retablo

En la cabecera podemos ver un gran retablo barroco clasicista del siglo XVII que alberga unas interesantes esculturas. Se compone de tres calles con tres cuerpos y, en la parte superior, culmina con un gran calvario que llega hasta las bóvedas. En el cuerpo inferior, a ambos lados del sagrario, aparecen dos excepcionales tallas del siglo XVI, anteriores por tanto a la ejecución del retablo, que representan a san Sebastián y a san Roque. En el segundo cuerpo, siendo ya coetáneas a la obra, vemos a san Vicente y a san Lorenzo acompañando a la efigie del santo titular de la iglesia: san Esteban. En el tercero de los cuerpos, aparecen las habituales figuras de san Pedro y san Pablo acompañando a la imagen de la Virgen.

El sagrario

Sin embargo, la pieza más destacada del conjunto es el sagrario romanista, una obra construida hacia 1595 por Esteban de Velasco que sobresale por la calidad de su escultura y por la exquisita concepción de su traza. El sagrario está concebido como un microedificio en el que se encuadran las imágenes de los evangelistas y los cuatro Doctores de la Iglesia. La escena central, situada en la puerta, representa la Última Cena.

El ventanal románico

Las citadas intervenciones de finales del siglo XX han sacado a la luz el ventanal románico del primitivo presbiterio, situado como era habitual en el muro sur. Se trata de un sencillo ventanal de arco de medio punto con capiteles decorados con formas vegetales. En la entrecubierta de la sacristía, hoy inaccesible, se puede ver el exterior del ventanal, que en sus arquivoltas presenta unas franjas con besantes que recuerdan a los talleres que trabajaron en Estíbaliz.

LOCALIZACIÓN

Créditos fotográficos:

De las fotografías actuales: © Ondare Irekia | Patrimonio Abierto

De las fotografías antiguas: Archivo del Territorio Histórico de Álava / Colección Federico Baraibar y Lorenzo Elorza.

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