Introducción
Cicujano es hoy día una pequeña localidad ubicada en pleno Valle de Laminoria. Su existencia se remonta como mínimo hasta el siglo XI, ya que esta aldea aparece citada en la Reja de San Millán con el nombre de Cekungau. El templo de Cicujano es una obra de cierta envergadura que ha ido recibiendo novedades y ampliaciones con el paso del tiempo. La prosperidad de la que ha gozado este enclave con el discurrir de los siglos ha dejado buena huella en las obras que todavía hoy conserva. Esta aldea, de hecho, se ubicaba en un importante cruce de caminos muy transitados en época pasada y de los que hoy en día apenas quedan huellas. En concreto, por aquí pasaban los caminos que, pasando por Maeztu, venían de La Rioja o de Navarra y que conectaban con la llanada a través de los pasos y puertos de Ullíbarri-Jáuregui, Gereñu o de Alaiza. Todo esto nos habla de un espacio dinámico y de cierta riqueza en época medieval y moderna, que experimentará una etapa de decadencia y aislamiento a medida que nos acercamos a nuestra contemporaneidad.
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La abadía de Santa Pía
Las aldeas que formaban parte del Real Valle de Laminoria estaban regidas bajo el señorío abadengo que ejercían los abades de Santa Pía, una abadía laica suprimida en 1785 y de la que apenas quedan restos. Las primeras noticias documentales del siglo XI nos hablan de la existencia de una población (hoy desaparecida) y de esta abadía que desde muy temprano estará vinculada al poder laico. Funcionaba como centro de recaudación de los impuestos que generaban las aldeas del entorno y, por tanto, sus abades gozaron de gran poder y prestigio en la zona. Los principales linajes del entorno tuvieron algún tipo de vinculación con el lugar, si bien en ocasiones era más una marca de prestigio y no tanto un emplazamiento en el que estuvieran con asiduidad. Su abandono a finales del XVIII ha motivado que apenas queden restos de los edificios y que muchas de sus obras se hayan repartido por las localidades limítrofes. En Cicujano se conservan algunas piezas que podrían proceder de Santa Pía, como unos capiteles y una pieza de una portada, pero quizá la obra más señera sea el sagrario de piedra del siglo XVI custodiado hoy en Vírgala Mayor.
La iglesia
La iglesia de Cicujano acumula entre sus muros el resultado de numerosas intervenciones realizadas a lo largo del tiempo. La cabecera es recta y la zona presbiterial más baja que el resto de la nave, como puede verse con claridad en el alero sostenido por canecillos. En el muro este se conservan dos ventanales en forma de saetera, siendo el inferior el más interesante ya que se cierra con un arco en herradura labrado en un único bloque. No es fácil determinar si este muro responde a una etapa prerrománica o si, por el contrario, el ventanal ha sido reaprovechado y ubicado en el actual emplazamiento cuando se levantó la iglesia románica de los siglos XII y XIII. En todo caso, buena parte de la fábrica actual es románica, si bien ha sido ampliamente transformada y ampliada con el tiempo.
Cicujano conserva una gran portada románica, cobijada bajo un pórtico de principios del XIX. En el exterior del muro, así como en la torre, se pueden encontrar elementos de finales del siglo XV o principios del XVI de una etapa constructiva que hoy día está muy desdibujada.
La portada medieval se abre en el muro occidental, una disposición poco habitual en el románico alavés. Se compone de cuatro arquivoltas ligeramente apuntadas, en las que se alternan las líneas baquetonadas con la decoración ajedrezada. El dovelaje se apoya en una línea de imposta decorada con formas vegetales, líneas verticales y unos llamativos rostros en su vértice. Como ocurre con otras portadas de la zona, no se plantean capiteles, sino que los fustes culminan simplemente en unas formas geométricas en forma de uve.
El interior
El grueso encalado y las labores de maestreo llevadas a cabo por Vicente de Nanclares en 1828 han desdibujado por completo el aspecto medieval del templo. La cubierta medieval ha sido sustituida por una bóveda de lunetos que, curiosamente, se articula a partir de los arcos fajones de época románica que han sobrevivido a las reformas.
Hacia la cabecera se localizan algunas piezas de época románica de procedencia y datación incierta. Los capiteles han sido tradicionalmente atribuidos a la fábrica prerrománica, si bien es algo difícil de justificar. Por otro lado, se conserva una culminación de fuste con la característica decoración en “uve” que bien pudiera proceder de algún templo limítrofe, como la desaparecida abadía de Santa Pía.
El retablo
El retablo es una obra sencilla del siglo XVIII, erigida en una época en la que la parroquia no debía gozar de la prosperidad de siglos precedentes. El sagrario es algo anterior al conjunto, compuesto por un templete articulado a través de cuatro columnas salomónicas. A ambos lados del sagrario, en la zona del banco, se pueden ver dos sencillas pinturas con las escenas de la Última cena y el Lavatorio de los pies.
En las calles laterales están las imágenes de san Antonio y san José pintadas con escasa pericia. La pieza artísticamente más interesante del conjunto es la escultura del titula, san Juan Bautista. Sostiene su cabeza degollada en la mano derecha y una cruz en su izquierda. Se cierra el mueble con una pintura del Calvario de escasa pericia artística.
Los retablos laterales, dedicados a la Virgen del Rosario y a san Pedro, se integran en los nichos abiertos en los muros laterales del edificio. Las tallas de los titulares, así como de las imágenes que los acompañan, son unas buenas piezas de notable calidad, fechables a finales del siglo XVIII.
LOCALIZACIÓN
Créditos fotográficos:
De las fotografías actuales: © Ondare Irekia | Patrimonio Abierto