Las Gobas y Santorkaria

Siguiendo el valle abierto por el arroyo de Barrundia en dirección a Laño, a ambos lados del camino emergen dos grandes farallones de roca que han sido intensamente horadados desde épocas remotas. El conjunto de la derecha se denomina “Las Gobas”, mientras que el de la izquierda se conoce como “Santorkaria”. Estos espacios rupestres fueron abiertos hacia el siglo VI y han tenido una ocupación y un uso diversos a lo largo de las siguientes centurias. La ambición de algunos de los templos excavados y su relativa cercanía con el asentamiento monástico de San Millán de la Cogolla han permitido sospechar sobre la posibilidad de que nos hallemos ante una rama de este importante cenobio riojano.

Como ocurre con el paisaje sagrado de Valdegobía, nos encontramos en un entorno seleccionado con cuidado, perfectamente diseñado para desarrollar una vida continuada y bien abastecida. Ambos conjuntos se encuentran a escasa distancia del río y dominan visualmente un espacio amplio y perfectamente controlado. El extraordinario número de habitaciones abiertas y la dimensión y complejidad estructural de algunas de ellas demuestran que se trata de un proyecto ambicioso que trascendía los usos eremíticos con los que a menudo han sido relacionadas estas cuevas artificiales.

Ubicación

Las Gobas

En dirección a la localidad de Laño, hacia el lado derecho del valle se levanta una enorme masa pétrea que cobija el conjunto de Las Gobas. Agustín Azkarate en su obra Arqueología cristiana (de la que tomamos las plantas y alzados de las cuevas) enumeró trece cavidades, de entre las que destacaremos las más significativas y accesibles en una visita al lugar.

Iniciamos este recorrido virtual en la cueva conocida como “La Dotora”. Siguiendo el sendero, hallamos una primera bifurcación que marca el camino hacia esta oquedad solitaria. Se trata de una habitación única con tres sepulturas excavadas en su interior. Su curiosa denominación viene dada por una serie de leyendas de tradición oral que hablan de la existencia de una mujer de gran sabiduría que vivió en la cueva en una época indeterminada.

De vuelta en la bifurcación, tomamos el camino hacia la izquierda que nos lleva al gran conjunto de Las Gobas. Por el sendero aparecen espacios abiertos en la roca de menores dimensiones, pero que van marcando la amplitud y extensión del lugar. Estas estancias tienen cubiertas cupulares con un acceso rectangular donde, en origen, iría colocada una puerta de madera.

Llegamos así al primer gran espacio abierto, donde se adivinan los perfiles de una iglesia con doble ábside y una cámara lateral de gran amplitud. A pesar de los derrumbes sufridos con el paso del tiempo, aún se aprecian las decoraciones que, a modo de arcos fajones, articulaban la cubierta de la nave. Tanto el ábside de la cabecera como el de los pies del templo son de planta de herradura. El principal de ellos conserva aún un bloque que muy probablemente haría las veces de altar. Esta iglesia, perfectamente articulada en todos sus espacios, demuestra la ambición con la que fue planteado este conjunto y cómo todas las cuevas deben entenderse como parte de un gran complejo.

Seguimos nuestra ruta hasta la siguiente gran iglesia de Las Gobas, formada por una estructura muy similar (nave principal, doble ábside y cámara lateral), pero sin la peculiar bóveda con fajones de la anterior. El suelo de nuevo se encuentra profusamente abierto por tumbas de distintas épocas y tamaños que evidencian el fervor popular suscitado por estos templos. La mayor parte de las tumbas son posteriores a la construcción de los espacios, lo que indica un uso continuado y una especial valoración del lugar.

Pero el verdadero interés de esta cueva, identificada por la historiografía como “Las Gobas 6”, reside en la cantidad de inscripciones que aún conserva en sus muros y que han sido fechadas en el siglo VII. Son de especial valor las que se hallan a ambos lados de la embocadura del ábside principal. Los 21 grafitos conservados han permitido identificar la mano de, al menos, cinco escribas, quienes plasmaron en las paredes términos y sentencias de enorme importancia histórica.

Algunos de los textos son intitulaciones en las que se lee el autor del texto o la persona a la que iba dirigido: Atanasio y Primitivo. Otros son mensajes a través de los cuales se solicitan oraciones: “orate pro me lectores”. Existe un completo estudio de estas inscripciones cuya lectura recomendamos para ampliar esta información.

El sendero prosigue en paralelo al farallón, avanzando sobre más aperturas en la piedra que, de nuevo, nos llevan hasta otra habitación de mayor envergadura. Las dos cuevas que originalmente estaban separadas por un muro fueron tiempo después unidas mediante un derrumbe parcial. La cueva de la derecha, de mayor tamaño, es de planta rectangular y tiene en su vertiente noroccidental una suerte de nicho con dos sepulturas. Es interesante, tanto en esta cueva como en otras, observar los huecos en los muros a modo de mechinales que han llegado hasta nuestros días y que, cuando estos lugares estaban en uso, permitirían la organización del espacio a través de pisos y separadores realizados en madera.

Santorkaria

En el farallón que queda a mano izquierda en dirección a la localidad de Laño se abre el conjunto conocido como Santorkaria. Los enormes muros de arenisca han sido intensamente trabajados con el paso del tiempo, dejando innumerables huellas de estructuras que debieron estar adosadas a ellos y que completarían el paisaje. La falta de este entramado de madera hace que hoy en día sea imposible acceder a alguna de estas cuevas que se abren a varios metros de altura.

Al igual que en Las Gobas, por el camino vamos descubriendo oquedades de tamaños diversos, algunas de gran tamaño, pero que quedan hoy día inaccesibles. Las plantas de algunas de ellas son complejas, con sectores diferenciados y zonas reservadas para funciones muy difíciles de imaginar y de reconstruir.

El sendero sigue su curso hasta llegar a una cueva que debió ser concebida como iglesia. Tiene el tejado a dos aguas, a diferencia de los espacios de aspecto abovedado que aparecían en Las Gobas. Se pueden aún adivinar un banco corrido sobre el muro de los pies y varias oquedades o nichos abiertos en la pared. Cuenta con un solo ábside de tamaño reducido y en uno de sus laterales se excavó una cámara lateral cuyo muro “absidial” es de planta semicircular. Todavía pueden adivinarse vanos en el muro de acceso que permiten evocar cómo debió lucir este lugar en el momento de su concepción.

Las cuevas de tamaños variables van sucediéndose hasta llegar al gran complejo de Santorkaria. Los grandes desprendimientos de roca han desdibujado parte de su grandiosidad, pero aún pueden adivinarse buena parte de sus espacios y estancias. El esquema de iglesia con ábside y cámara lateral se reproduce aquí con una amplitud sorprendente. Mirando de frente la masa de piedra, a nuestra derecha aún se percibe la forma semicircular de la primitiva cabecera que tiene en su parte noreste un apéndice a modo de sacristía. La cámara lateral es de grandes dimensiones y, como en todo el conjunto, está cuajada de sepulturas de diversos tipos.

A los pies de la gran iglesia se adivina otra enorme estancia cuadrangular que tiene hacia el fondo otra oquedad de gran tamaño comunicada con escalones. Aquí, como en otros puntos del lugar, se adivinan pequeños vanos, siendo en más interesante de todos el geminado que se abre hacia el valle.

Finalmente, en la vertiente izquierda aparecen otras dos estancias cuadrangulares comunicadas por puertas en las que, aún hoy, se pueden intuir los restos de sus sistemas de cerramientos. El espacio esta intensamente compartimentado y articulado a través de poyos en altura cuya función original no es fácil de intuir.

Este recorrido virtual a través de los principales espacios y estancias de los conjuntos rupestres de Las Gobas y de Santorkaria nos ha permitido descubrir una de las formaciones de cuevas artificiales más extensas y complejas de la península. Un lugar ocupado y en uso durante centurias que, sin embargo, no ha dejado documentación sobre quiénes fueron sus promotores y cuáles fueron sus funciones específicas. A pesar de ello, la elocuencia de muchos de los espacios que aún se conservan en pie permiten imaginar y evocar un pasado mucho más estructurado y complejo de lo que a menudo tendemos a suponer.

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