Introducción
Zalduondo ha estado desde tiempos inmemoriales en un cruce de caminos que ha hecho de esta localidad un paso ineludible tanto para peregrinos del Camino de Santiago como para arrieros y comerciantes que circulaban por la zona. Su cercanía al paso de San Adrián, frontera natural entre Álava y Guipúzcoa, ubicada en la sierra de Aitzgorri, hizo que se convirtiera en la puerta de Álava. No es de extrañar que en el pasado tuviera un hospital de peregrinos y también una potente cofradía de trajineros que se encargaba de examinar las medidas de los productos en los prósperos mercados del entorno. La riqueza que se generaba con este trasiego de viajeros atrajo a las grandes familias alavesas, que se asentaron en la zona y construyeron los palacios que hoy en día podemos contemplar por toda la localidad.
Palacio de los Lazarraga
La familia de los Lazarraga, vasallos de los poderosos Guevara, que tenían su señorío en la cercana villa de Oñate, fueron favorecidos por éstos y ubicados estratégicamente en ciertos lugares relevantes. Es el caso de Zalduondo que, al estar en pleno cruce de caminos comerciales, quedaba así controlado por los Lazarraga. Esta familia fue promotora de importantes obras en la localidad, como la iglesia parroquial, donde construyeron una capilla privada que todavía se conserva, y el impresionante palacio renacentista que encontramos junto al templo. En la fachada de esta construcción civil del siglo XVI esculpieron a gran tamaño el escudo de los Lazarraga-Lecea flanqueado por dos guerreros que lo sostienen con gran monumentalidad. Se trata de un palacio con un estilo ecléctico, donde se perciben influencias italianas, castellanas, mudéjares e incluso elementos que adelantan el estilo barroco.
Fotografías antiguas
En los años ochenta del siglo XX, la iglesia de Zalduondo sufrió un derrumbe parcial de las bóvedas. En aquellos años se optó por la recomposición de la bóveda perdida reedificándola con hormigón. Los restauradores, para distinguir la obra original de la reconstrucción, decidieron aplicar un color diferente a los nervios, con lo cual se percibe a la perfección el añadido realizado en tiempos recientes. Para solucionar los problemas derivados de la inestabilidad del templo, a día de hoy todavía son visibles los tirantes de hierro y hormigón que se colocaron en el exterior, en el muro oeste y en la torre, cuya función es sujetar la estructura. Son elementos que no encontramos en las fotografías antiguas de la iglesia, anteriores al colapso del edificio.
La iglesia de San Saturnino
Ubicada en un alto en el corazón de la localidad de Zalduondo, nos aguarda la iglesia parroquial de San Saturnino. Este santo francés, profundamente arraigado en los caminos de Santiago, nos habla de la vinculación de Zalduondo con la ruta jacobea.
El retablo
A este santo francés está dedicado el retablo mayor del templo, la joya indiscutible de la iglesia, que se construyó durante el siglo XVII. Se trata de un retablo en el que vemos el cruce de dos estilos distintos: por un lado, el romanismo del escultor Pedro de Ayala, y por el otro, el sabor clásico que tiene el armazón.
En medio del retablo vemos la figura titular del templo, San Saturnino vestido de obispo, junto a algunas escenas que nos narran su vida, como el bautismo que realizó a varios fieles, su encarcelamiento, la flagelación y finalmente su calvario, que consistió en atarlo a un toro para que descendiera a toda velocidad por una escalinata. Estas escenas conviven con otras de la vida de Cristo que tienen cierto paralelismo con la biografía de San Saturnino, como la caída camino del calvario o la flagelación. Pero también se incluyen escenas de la Virgen, como la Anunciación y la Visitación, y algunos otros santos y apóstoles, destacando, por su vinculación con los caminos jacobeos, la imagen de Santiago peregrino.
A pesar de que el retablo es un añadido posterior, la estructura de la iglesia nos anuncia que fue enteramente construida a lo largo del siglo XVI, en pleno renacimiento alavés, aunque aún podemos encontrar algunos elementos tardogóticos que todavía seguían teniendo vigencia en esa centuria. Es el caso de la portada, parcialmente destruida debido a la colocación de un cancel que estropeó parte de la puerta original. Su parte superior se oculta tras el granero, que se edificó justo encima del pórtico en el siglo XVIII.
La sacristía
Si nos dirigimos a la sacristía contemplaremos un espacio compuesto por dos tramos de bóvedas de terceletes sostenidas por unas ménsulas decoradas con cabezas de ángeles. Convertida hoy en día en un pequeño museo del templo, entre sus piezas más valiosas contamos con un cantoral y, especialmente, con dos tallas de madera de cronología medieval que fueron halladas enterradas bajo el suelo de la iglesia.
Una de ellas puede identificarse con Santa Marina, una santa gallega muy popular en los caminos de Santiago que podría haber sido la imagen principal de una ermita que desapareció durante el siglo XIX. La otra figura, por sus vestimentas, delata que es un monje, aunque desconocemos su identidad. Podría tratarse de una representación de San Saturnino de Tolosa, titular del templo, o quizá de San Blas, que fue la advocación de otra ermita dedicada a este santo que hubo en la localidad.
El coro
En el coro encontramos uno de los ejemplos más bellos de escultura renacentista de la Llanada. A ambos lados se muestra un relieve de la Anunciación de estilo romanista, es decir, esculpido bajo la influencia de los modelos que procedían de Italia y, especialmente, de las musculaturas exageradas y los expresivos gestos de Miguel Ángel.
En la escena de María vemos cómo desciende el Espíritu Santo en forma de paloma acompañado también por el niño portando una cruz, que va a encarnarse en su vientre. El sotocoro sólo tiene una clave tallada en todo el conjunto, la central, donde se ve a la Inmaculada rodeada de llamas y coronada por estrellas, con la luna a sus pies y con el cordón franciscano anudado alrededor de la escena.
La capilla
En el lado norte, junto al coro, se abre una capilla privada de grandes dimensiones fundada por Doña María Fernández de Amezaga y Lazarraga. El escudo de su familia domina una de las paredes. Destaca la curiosidad del retablo ubicado en el muro este, colocado sobre otro retablo anterior que aún es visible desde uno de los lados.
Esta capilla tuvo una sacristía propia que conserva algunos elementos de interés, como las pinturas murales renacentistas a base de casetones con flores que, a pesar del desgaste, todavía se pueden percibir. Alrededor de los muros se conserva una inscripción parcial que dice: “oración sagrada del santísimo”.
Créditos fotográficos:
De las fotografías actuales: © Ondare Irekia | Patrimonio Abierto
De las fotografías antiguas: Gerardo López de Guereñu, Archivo del Territorio Histórico de Álava.