Introducción
Hay localidades cuyo nombre ya nos habla directamente de su historia, como es el caso de Salinillas de Buradón. Salinillas, por la pequeña explotación de unas salinas aledañas cuyo uso se documenta desde el siglo XII hasta el siglo XIX, y Buradón, en referencia a un cercano castillo del que tenemos noticia desde el año 964. Este castillo sirvió en primer lugar como defensa contra los musulmanes y, posteriormente, en las luchas entre los reinos de Castilla y de Navarra por el control de Álava durante los siglos XI y XII. Sin embargo, la fundación de esta villa tuvo lugar tiempo más tarde, en torno a 1264, a manos de Alfonso X el Sabio. En esa época se construyen las murallas que todavía rodean la localidad, si bien éstas han tenido importantes reconstrucciones tanto en la Edad Moderna como en el siglo XX. Esta importante villa de origen medieval es una de las más bellas y mejor conservadas de todo el territorio alavés.
Palacio de los Condes de Oñate
En medio de la villa, frente a la actual plaza mayor y al lado de la iglesia, destaca el palacio de los Condes de Oñate. Se trata de una inmensa ruina que todavía da cuenta de su pasado esplendor. Construido entre 1631 y 1666, fue propiedad de Iñigo Vélez de Guevara, conde de Oñate nacido en Salinillas. Este personaje fue diplomático en las cortes de Felipe III y Felipe IV y, durante sus viajes como cónsul a Saboya y Roma, pudo empaparse de las últimas tendencias arquitectónicas y artísticas que se desarrollaban en Italia. Este gusto lo trasladó a su palacio, que adopta el estilo clasicista italiano. Los cuatro muros maestros que quedan en pie rodean el antiguo torreón familiar medieval. Desde esta torre los Sarmiento y los Ayala gobernaron la villa, convertida en su señorío desde el siglo XIV. Edificar un suntuoso palacio alrededor del torreón medieval era una práctica frecuente entre los nobles alaveses de la Edad Moderna.

Salinillas de Buradón es una villa que ha logrado guardar su esencia lo largo del tiempo. Por ello, tras la rehabilitación de las murallas de inicios del siglo XX, no ha habido grandes cambios en el patrimonio que atesora. Sin embargo, en las fotografías antiguas que muestran la plaza mayor, aún sin asfaltar, sí que podemos comprobar cómo el palacio de los Condes de Oñate todavía no se encontraba en un estado de ruina tan evidente, puesto que conservaba los tejados. Por otra parte, en el interior de la iglesia, aunque el aspecto sea bastante similar, hay pequeñas variaciones. Los sepulcros renacentistas de Juana de Acuña y Enríquez y de su esposo Pedro Vélez de Guevara están a ambos lados del presbiterio, la ubicación que tuvieron antes de ser trasladados debajo del coro.
La iglesia de Nuestra Señora de la Concepción
El exterior
De la primitiva iglesia de Salinillas de Buradón, que tuvo que datar del siglo XIII, la época de la fundación de la villa, no queda prácticamente ningún rastro en la actualidad. Lo que se conserva es la fábrica del siglo XVI, que tuvo algunos añadidos y reformas posteriores. Lo primero que destaca de este edificio es su imponente torre de estilo barroco, plagada de elementos decorativos y rematada en un cupulín. Su altura hace que sobresalga por encima de las murallas y del palacio de los Condes de Oñate.
El pórtico que da acceso a la iglesia se edificó en el siglo XVII y cobija la portada de fuerte sabor clasicista, con un frontón triangular rematado en pirámides en el que una hornacina alberga una imagen de la Virgen Inmaculada.
El espacioso interior queda cubierto por unas bóvedas estrelladas del siglo XVI. En la zona de la cabecera encontramos el altar mayor, con un retablo de cascarón de estilo rococó, completamente dorado, en el que destacan algunas figuras. En el medio encontramos a la Virgen flanqueada por los apóstoles San Pedro y San Andrés, mientras que en lo alto el Padre Eterno domina el retablo. En la predela vemos dos escenas en relieve que muestran la adoración de los pastores y de los magos. Este retablo ha sufrido un repinte de dudosa calidad que enmascara la calidad de la talla.
Existen varios retablos más distribuidos tanto por la nave como por las dos capillas laterales que forman el crucero. En la de la derecha encontramos el retablo del Santo Cristo, mientras que a la izquierda vemos el dedicado a la Virgen del Rosario.
El retablo más llamativo quizá sea el de las Ánimas del Purgatorio, que muestra un lienzo en el que los condenados se encomiendan a la Virgen del Carmen, acompañada por Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís.
Enfrente vemos un curioso retablo-relicario del siglo XVII en no muy buen estado de conservación. En la puerta central albergaba las reliquias de San Primo y San Juan Bautista, aunque las tallas que muestra en la actualidad, algunas de ellas reaprovechamientos de otros retablos, representan a San Roque, San Sebastián y San Carlos Borromeo.
Existe una capilla enrejada denominada de la Soledad donde encontramos todas las figuras que se empleaban para las procesiones de Semana Santa, incluyendo un Cristo yacente con los brazos móviles, para representar de forma teatral el descendimiento, una Virgen de la Soledad, una flagelación y un Cristo portando la cruz.
Sin embargo, la joya indiscutible que alberga esta iglesia son los sepulcros de Juana de Acuña y Enríquez y Pedro Vélez de Guevara, amb@s señor@s de la localidad. En la actualidad, se encuentran bajo el coro, aunque fueron movidos en varias ocasiones por el templo. En un inicio estuvieron una al lado de la otra, junto al altar mayor, pero posteriormente fueron situadas por separado a ambos lados del mismo hasta que, en época reciente, encontraron su actual acomodo bajo el coro.
Doña Juana murió en 1559, ocho años después que su marido, y dejó mandado en su testamento que se realizasen estos magníficos sepulcros, unos de los mejores de época renacentista que se conservan en Álava. Se desconoce la autoría de los mismos, pero debido a su gran calidad y a la cantidad de detalles escultóricos que tienen, se sospecha de los principales artistas que trabajaban por la zona en esos momentos, como Felipe de Bigarny o Berruguete.
Juana de Acuña y Enríquez está vestida como una alta dama de la época, con un elaborado recogido en el pelo, un lujoso vestido y joyas sobre el pecho. En las manos porta un libro y un rosario, y a los pies la acompañan una dama en miniatura y un perrito faldero. En el lateral se puede ver un escudo de su linaje sostenido por ángeles.
Pedro Vélez de Guevara va vestido de caballero, con armadura completa y una espada entre las manos. Sobre el pecho se distingue la cruz de Santiago, orden a la que perteneció en vida. Su armadura es un prodigio de elementos decorativos típicos del renacimiento, donde distinguimos leones y rostros en las articulaciones, correas y todo tipo de detalles a candelieri. A sus pies un pequeño escudero sujeta un yelmo. Del mismo modo que Juana de Acuña, un escudo sostenido por ángeles identifica la familia a la que pertenecía.
No fueron los únicos señores de la villa que dejaron su impronta para la posteridad en Salinillas de Buradón. Muy cerca de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción todavía se conserva un antiguo hospital del siglo XIV fundado por el matrimonio compuesto por María Sarmiento y Fernán Pérez de Ayala. Fue uno de los hospitales mejor dotados de su tiempo y atendía a pobres, enfermos y peregrinos del camino de Santiago. En la fachada principal sobrevive la portada original y una ventana gótica muy transformada.
Créditos fotográficos:
De las fotografías actuales: © Ondare Irekia | Patrimonio Abierto
De las fotografías antiguas: Archivo del Territorio Histórico de Álava (G. López de Guereñu).